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Foto del escritorMaria

Cómo nuestra vida cambió con Pistón: amor, desafíos y aprendizajes



Cuando decidimos traer a Pistón a nuestra vida, no teníamos idea de todo lo que venía con él. Como inmigrantes en Canadá, lejos de nuestras familias y amigos, sentíamos un vacío, algo que faltaba en nuestro día a día. Ambos habíamos tenido mascotas en el pasado y extrañábamos esa conexión única que solo un animal puede ofrecer. Pero, ¿estábamos listos para un perro?


La decisión: más que un compañero, un sueño compartido

La motivación inicial era clara: compañía. La soledad como inmigrantes se sentía, y tener un perro parecía ser la respuesta. Ambos teníamos una idea de cómo sería tener un perro ideal: amigable, sociable, activo, que nos acompañara a todos lados. Sin embargo, pronto aprendimos que esa "perfección" no siempre existe, y eso está bien.

Elegimos a Pistón, un pastor australiano, porque encajaba con nuestro estilo de vida (o lo que queríamos que fuera): aventurero, inteligente y lleno de energía. Aunque las expectativas eran altas, también sabíamos que habría desafíos.



El comienzo: aprender a conocernos

Desde el momento en que recogimos a Pistón, su timidez nos sorprendió. No era el perro que habíamos idealizado, pero algo en su mirada nos conquistó. Al principio, se escondía debajo de las sillas y no quería comer. Tuvimos que ganarnos su confianza, paso a paso. La pandemia nos dio el tiempo perfecto para enfocarnos en él, pasamos días aprendiendo sobre su raza, su comportamiento y cómo entrenarlo. En Canadá, la cantidad de información sobre adiestramiento y cuidado de mascotas es abrumadora, pero también nos dio herramientas para entenderlo mejor.


Lecciones inesperadas: paciencia y empatía

Uno de los mayores retos fue entender su reactividad. Pistón, aunque amoroso, mostraba comportamientos inesperados hacia extraños y otros perros. Esto nos llevó a buscar ayuda profesional y, más importante, a reflexionar sobre cómo nuestras propias emociones lo afectaban. Por ejemplo, María se dio cuenta de que su ansiedad influía directamente en cómo Pistón reaccionaba en ciertas situaciones.


Estas experiencias nos enseñaron que tener una mascota no es solo cuidarla; es crecer junto a ella. Aprendimos a ser más pacientes, a leer su lenguaje corporal y a adaptarnos a sus necesidades.

La vida con Pistón: más que un perro, un miembro de la familia

Hoy en día, Pistón es parte esencial de nuestra vida. No siempre es fácil: hay días en los que sus demandas de energía nos superan, pero los momentos de conexión y amor hacen que todo valga la pena. Desde las caminatas hasta nuestras sesiones de agility, cada actividad fortalece nuestro vínculo.



Reflexión final

Si estás pensando en tener una mascota, te diría que lo hagas con el corazón, pero también con la mente abierta. Los perros no son perfectos, pero tampoco lo somos nosotros. Lo importante es construir una relación basada en respeto y amor. Al final, Pistón no es solo nuestro perro, es nuestra familia.


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